Por Jaime Torres Gómez
EL SÁBADO 5 DE JULIO, con un excelente marco de público, se llevó a cabo el segundo concierto de abono de la Temporada Oficial del Teatro Municipal viñamarino, organizada por la Corporación Cultural de la ciudad, y esta vez a cargo de la Orquesta Filarmónica Regional dirigida por su titular, el maestro Miguel Patrón Marchand. Además, se contó con el pianista norteamericano Sean Kennard, ganador de la última versión del Concurso Dr. Luis Sigall.
Esta fue la primera presentación de la orquesta regional en el año, siendo tradicional su inclusión en la temporada viñamarina. Por otro lado, es destacable y digno de todo encomio que la Corporación Cultural de Viña constituya prácticamente la única entidad que da trabajo a esta orquesta, la que ha demostrado en el tiempo ser una buena agrupación.
FALTA DE APOYO OFICIAL
Sin embargo, es lamentable que siendo esta orquesta una institución que cuenta con personeros del sector público en su directorio, en la práctica no tiene relación alguna en lo institucional con el Gobierno de la Región como organismo de difusión cultural, a gran diferencia, por ejemplo, de lo que ocurre en muchas de las orquestas del interior de Argentina, que son todas financiadas por los gobiernos locales y que mantienen regularidad de funcionamiento.
En el presente año, de acuerdo a lo anunciado, prácticamente no se vislumbran más presentaciones de esta orquesta, salvo el acompañamiento en la clausura del Concurso Sigall, sumando, en consecuencia, no más de dos conciertos. Así, constituye la peor de las señales en cuanto a training de trabajo grupal y la generación de fidelidad del público local.
De esta forma, las autoridades cada vez propenden a traer indiscriminadamente conjuntos de Santiago (de por sí es fundamental que Viña del Mar y Valparaíso sean plazas habituales de la orquestas Sinfónica y de Cámara de Chile, entre las principales del país, pero siempre que no fagociten el desarrollo de lo local, a dramática diferencia de la época de la Sinfónica de Viña del Mar con el recordado maestro Izidor Händler, en que se daba un equilibrio de coexistencia entre lo capitalino y lo local).
DÉBIL RESULTADO
Así las cosas, la realidad de este conjunto quedó en evidencia acorde al resultado de dicho concierto, puesto que no es posible esperar excelencia ante una casi nula actividad. Además, las complejidades del programa ameritaban una mayor cantidad de ensayos, situación que inevitablemente queda supeditada a razones presupuestarias, no obstante el buen nivel de sus músicos y de su director, provenientes de las mejores orquestas santiaguinas más los mejores talentos locales, y la solvencia del maestro titular.
Con una programa denominado “Homenaje a Mozart”, en realidad no queda clara tal denominación puesto que no se aprecia alguna efeméride puntual que lo amerite, salvo al perenne reconocimiento a la genialidad de dicho compositor.
El programa comenzó con una débil Obertura de la ópera Don Giovanni, en la que las inexactitudes de ensamble quedaron en evidencia, amén de reiteradas fallas de afinación principalmente en las maderas y desajustes de equilibrio sonoro. También hubo poca transparencia del tejido armónico, pálidas matizaciones y pocas diferencias de planos.
SEAN KENNARD
Como premio del Concurso Sigall, el pianista Sean Kennard regresó a Chile para actuar en las ciudades de Concepción, Talca y Viña del Mar, escogiendo para esta presentación el Concierto Nº 24 en do menor.
Kennard, de sólo 22 años, resultó ser un excelente ganador del último Sigall, recordándose vivamente todas sus intervenciones, en especial sus 3 Movimientos de Petrouchka como su brillante noche final con el Segundo Concierto de Chopin.
Y justamente, ante tan importante referencia, las expectativas para apreciarle el concierto mozartiano eran altas. Sin embargo, la complejidad de la obra, a la postre, demostró no ser la ideal para abordarla todavía, puesto que requiere de una madurez artística superior. Empero, es valorable el hecho de haberla enfrentado, básicamente como una forma de aprovechamiento de la oportunidad en vincularse a una orquesta donde pudiera tocarla, lo que en sí mismo resulta fundamental para la carrera de todo solista ante lo difícil de conseguir conciertos.
En todo caso, y ante una apreciación objetiva que abstraiga el hecho de tratarse de un pianista en formación o bien de algún consagrado, las principales observaciones en la interpretación de Sean Kennard apuntan a una distancia del drama subyaciente de la obra, optando por una objetividad de discurso más asociado a un academicismo, y no generando alguna visceralidad emotiva, que era lo esperable en una obra con las profundidades de ésta. Ello quedó en evidencia principalmente en el primer movimiento, donde en vez de cantar las frases –idealmente en susurro-, más bien las enfrentó con una densidad sonora que no hizo gala a la contención del sufrimiento plasmado por el genio de Salzburgo en esta obra.
Sin embargo, mejor se le apreció en el segundo movimiento, con una exposición más cálida y natural, abordando interesantemente ciertos elementos interpretativos como unas fluidas transiciones temáticas, mayor emotividad de canto y un espesor sonoro ad-hoc al requerimiento anímico. Y en el último movimiento se le vio con un aplomado enfoque, tanto en calibración de sonido, exacta digitación (que la tuvo a lo largo de toda la obra) y un adecuado manejo de rubato y dinámica.
El acompañamiento de Patrón Marchand, colaborador como de costumbre, no obstante se notó la falta de una mayor cantidad de ensayos para corregir algunas debilidades en los balances entre el tejido orquestal con el solista, pero fundamentalmente en inexcusables caídas de las maderas en el segundo movimiento –que de por sí demandan una alta exposición-, debiéndoselas haber trabajado con especial dedicación.
Finalmente, se escuchó una intrascendente versión de la Sinfonía Nº 40, obra de por sí pletórica de carga emotiva y que demanda un trabajo acucioso de transparencias en las texturas sonoras, balances y afinación, situación que esta vez no se puede encomiar, a diferencia de otras estupendas jornadas que Patrón Marchand y su orquesta han brindado a la comunidad viñamarina.
En suma, un concierto que obliga a replantear el sistema de trabajo, al reflejar que no necesariamente con pocos ensayos esta orquesta puede salir airosa en sus cometidos, puesto que, en este caso, Mozart definitivamente no permite que se le aborde superficialmente….
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