Por Jaime Torres Gómez
La segunda presentación de los Conciertos en
PROGRAMA DE FUERTES DESAFÍOS
El programa -de fuertes desafíos y quizás el más grande en toda la historia de este encuentro- consultó
El sólo hecho de atreverse programar una obra mahleriana para un anfiteatro como el de
Las dificultades de esta sinfonía estriban en una extrema delicadeza de las texturas tímbricas, al estar muy expuestas todas las familias instrumentales, transitando de pianisimos casi inaudibles hasta inmensas tempestades sonoras. Además, requiere de una unitaria visión del director musical, puesto que su discurso –asociado a un programa no necesariamente lineal- es de una coherencia más bien encubierta y muy susceptible de fragmentarse si se la aborda con parcialidades que, a la postre, redundarían en una secuencia aislada de cuadros musicalmente mal vinculados.
Haber complementado la sinfonía mahleriana con la poca ejecutada Obertura de Prometeo (5 minutos), fue interesante, aunque quizás hubiera sido mejor programar otra obra de mediana duración (como algún concierto instrumental, o haber ofrecido extractos de la música del ballet beethoveniano, que no se hace habitualmente).
RESULTADO TRIUNFAL
El resultado de Rettig junto a
Y en Mahler, la versión firmada por el maestro nacional obtuvo completo idiomatismo, sumamente analítica, y pletórica de colores y matices. Admirable estuvo el primer movimiento, con un enfoque que combinó un objetivo sonido de la naturaleza con una sensibilidad poética con claros acentos de impresionismo debussyniano. La impactante afinación alta de los primeros violines –de entero logro- capturó desde los primeros acordes la autoridad de Rettig en la literatura mahleriana, manteniendo una globalidad conceptual irreprochable a lo largo de todos los temas y transiciones.
En el ländler del segundo movimiento, Rettig le imprimió un recio enfoque, amalgamando ora rusticidad ora poesía. Posteriormente, en el tercero, convenció plenamente su contenida visión, al tratarse de una especial marcha fúnebre, adoptando tiempos no excesivamente lentos, aunque sí de consistente carga emotiva.
Y en el explosivo movimiento final, llamó la atención la serenidad de enfoque, aunque sin perder de vista la gran densidad sonora requerida. Y otra vez más, la galería de matices, colores, el excelente equilibrio de planos, una coherente elección de tempi, más un notable enfoque de las transiciones temáticas, validaron a Rettig como un verdadero especialista mahleriano.
La respuesta de los sinfónicos tuvo absoluta colaboración a la visión del destacado maestro nacional, demostrando el porqué hoy es la mejor orquesta sinfónica estable y genuinamente profesional chilena, haciendo gala de sus recientes sesenta y siete años bien cumplidos. Encomiable se apreció el rendimiento de las cuerdas (especialmente los primeros violines), la mayor parte de las maderas y la totalidad de los bronces (muy mejorados respecto a la presentación en Santiago del día anterior, con motivo del concierto aniversario de la agrupación, y que fue posible estar presente).
La labor de Loretta Nass, como ingeniero en sonido, anotó otro triunfo a su acostumbrado buen rendimiento, ayudando magistralmente a comprender esta atrevida propuesta artística para las casi 10.000 personas que apostaron presenciar algo totalmente nuevo.
En suma, una monumental presentación de
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