viernes, 22 de julio de 2016

“RAY CHEN Y FILARMÓNICA DE CHILE: TRIUNFO DE LA MÍSTICA”

El pasado 7 de julio, en el CA 660, se presentó uno de los violinistas más destacados del mundo, el joven taiwanés Ray Chen, ganador del prestigioso Concurso Reina Elizabeth de Bélgica y artista de mucha presencia mediática. Lo hizo junto a la Orquesta Filarmónica de Chile, dirigida por el ascendente maestro nacional Paolo Bortolameolli. Sobre la presentación, resulta ineludible referirse, como elemento extra artístico, a una confusa y artificial polémica por la prensa previa su realización, al debatirse respecto a lo que es la Orquesta Filarmónica de Chile… Al respecto, fue extemporáneo asociarla peyorativamente a un conjunto ad-hoc, por cuanto ésta responde a un proyecto artístico con un lineamiento de continuidad de funcionamiento, y modelado en base a la impronta sonora que históricamente logró la Orquesta Filarmónica vinculada por décadas al Teatro Municipal de Santiago. De hecho, no es menor que ambas orquestas tengan un origen común, más una historia de 61 años, y que en el tiempo se desmembrara producto de una crisis en el 2006, que la terminó cercenando en dos tercios… Hoy en día se trata de una agrupación vinculada a una histórica Corporación, fundada y aún integrada por ex integrantes de la orquesta del Teatro Municipal, quienes han conservado legalmente el nombre de Filarmónica de Chile. Las actividades de esta orquesta poco se visibilizan, al no contar aún con apoyos permanentes en términos de subvenciones, como en algún momento ocurrió. No obstante, como proyecto artístico, conserva completa vigencia y lentamente orienta sus actividades en orden de complementar la oferta musical docta del país, albergando como integrantes tanto a antiguos filarmónicos como a músicos de las mejores orquestas del país, especialmente talentos jóvenes. En un contexto de relanzamiento, se organiza esta presentación junto a figuras de ascendentes carreras internacionales, y en la sala de mejor acústica de Santiago. Además, contemplando un programa monográfico Tchaikovsky, significó otro buen ingrediente de convocatoria, pudiendo así ponderar mejor su vigencia y viabilidad futura. Comenzando con una solvente versión de la Obertura-Fantasía “Romeo y Julieta”, la entusiasta respuesta de los filarmónicos frente a una comprometida conducción de Paolo Bortolameolli, incoó un marco de cautivante mística discurrida a lo largo de todo el programa, por la relevancia del hito en juego. Gran respuesta principalmente de toda la cuerda, como bronces y percusión. Las maderas -integradas por jóvenes aún con poca experiencia- tuvieron más dificultades de ensamble, probablemente producto de alguna falta de ensayo, situación que en el tiempo y con un trabajo sostenido, seguramente podrán rendir con la homogeneidad apreciada en las demás familias instrumentales. De consumada técnica aunque a ratos con arbitraria musicalidad, Ray Chen dio muestra de vitalidad y liderazgo interpretativo a toda prueba en el Concierto para Violín tchaikovskiano, logrando adherir de los filarmónicos una entrega raras veces vista en una orquesta del medio local, lejos de toda rutina y paradigma de compromiso grupal. Acompañar esta obra no es fácil, y particularmente seguir a Ray Chen en la misma fue riesgoso, ante ciertas libertades de enfoque en tempi y rubatos, elementos de los que el maestro Bortolameolli logró sortear magistralmente, constituyendo el mejor resultado por parte de la orquesta en toda la presentación. La entusiasta respuesta del público fue contundente -propia para ídolos… -, y sin duda de empático sentimiento. Con la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky -obra excesivamente recurrida últimamente- finalizó este especial programa. Con una lectura de certera unidad, Bortolameolli redime algunas falencias discursivas que, en ciertas interpretaciones, desdibujan la continuidad narrativa. Si bien la entrega de los filarmónicos fue aguerrida, no siempre hubo plena homogeneidad, fundamentalmente en las maderas, como se hiciera mención en la primera obra. Sin embargo, la vitalidad demostrada suplió cualquiera singularidad, preponderando con elocuencia sus grandes fortalezas. En suma, un concierto de particulares características, con visos re-fundacionales de una Filarmónica que aspira honrar una historia profunda, que replica parte de lo que fueron sus orígenes, y sumado a una convocatoria artística de un solista de clase mundial más un director que se espera merecidamente incremente su presencia en los mejores escenarios internacionales, obtuvo un resultado donde la mística eclipsara todo escollo.

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