martes, 20 de marzo de 2018

“LA VIGENCIA DE SORO” (crítica publicada en octubre 2015)

• Enrique Soro Barriga, referente indiscutido de la composición musical chilena, le fue dedicado un concierto monográfico por la decana sinfónica nacional, los días 25 y 26 de septiembre 2015. Justo al terminar el Mes de la Patria, la Orquesta Sinfónica de Chile, esta vez dirigida por el maestro nacional José Luis Domínguez Mondragón, contempló en su ciclo de abono un concierto íntegramente con obras de Enrique Soro B. (1884-1954), continuando la afortunada política de dedicar, normalmente en septiembre, programas ciento por ciento con “obras nacionales”. El aporte de Soro a la literatura musical del país es definitivo. De sólida formación, asimila lo mejor de la tradición musical europea, adscribiendo estéticamente a un post romanticimismo de diversas fuentes, aunque también incorporando eclécticos recursos de un mayor modernismo, vislumbrándose, en algunas obras, una directa presencia del impresionismo musical, y en momentos un interesante uso de giros disonantes propios de lo que se estaba desarrollando dentro de la primera mitad del siglo XX. De allí que su música tuvo entusiasta recepción en selectas audiencias europeas y norteamericanas. Gran cultor de la claridad formal, más su fino y natural sentido de lo melódico, unido a una cautivante efectividad expresiva, hacen de su música una experiencia en sí misma, independientemente de las corrientes en boga de su época (Soro fue contemporáneo de luminarias como Igor Stravinsky, Arnold Schönberg, Alban Berg, Anton Webern, Sergej Prokofiev, etc.), a la postre resulta inoficioso cierto ejercicio comparativo, al eclipsarse ante el encanto inherente de su arte. Las obras ofrecidas en este concierto monográfico reflejaron lo más significativo de la producción sinfónica soriana, incluyendo sus períodos de formación, madurez y experimentación, de los cuales es posible apreciar un nivel musicológico de excepción y de uniformes bondades. Abrió esta jornada-homenaje con la siempre bienvenida Danza Fantástica, obra de juventud y recurrentemente programada por las orquestas nacionales. De interesante tratamiento armónico, con elocuente sentido del contraste (marcadas oposiciones temáticas), como una irrefrenable agregación rítmica y seductora enjundia melódica, se alza al estadio del completo logro. La versión de Domínguez Mondragón acierta en transparencias, empática elección de tempi, logrados acentos, hermosura de sonido y cautivantes progresiones expresivas. La respuesta de la decana hizo gala a sus pergaminos. El siguiente bloque de obras de la primera parte contempló los cautivantes Tres Aires Chilenos, obra de madurez y de amplísimo beneplácito, como el entrañable Andante Apassionato, original para piano y luego adaptada para diversos orgánicos instrumentales, y la escasamente programada Suite N° 2, obra un tanto poliestilística (aunque con más tendencia hacia lo impresionista) y de rica paleta armónica. Con elocuente cátedra, Domínguez Mondragón ofreció versiones de total encomio, develando idiomática sustancia de cada pieza, y obteniendo de la decana un rendimiento de auténtico compromiso de excelencia. Y como gran término, la notable Sinfonía Romántica, obra también de madurez y fundamental en la evolución de la música docta chilena, al ser la primera sinfonía de un compositor nacional. Estrenada en 1921, se caracteriza por sus amplios desarrollos temáticos, sustentados en una generosa eufonía, riquísima armonía y acabado oficio de orquestación. Con atisbos de una diversa influencia estilística de C. Franck, E. Chausson, V. D`Indy, hasta G. Puccini y algo de R. Wagner, Soro fusiona con entero oficio dichas influencias, logrando un producto de irrefutable consistencia. Sin duda, una obra que merece ser más frecuentada en las programaciones locales y promoverla sin prejuicios allende las fronteras naciones… La versión de Domínguez Mondragón tuvo total consubstanciación y eficaz transmisión de sus autorizados conceptos interpretativos, mediante un notable tratamiento de la agógica y la dinámica. La respuesta de la decana fue de excelencia y compromiso inusitado, sin duda al producirse una mágica vitalidad de la vigencia de Enrique Soro como gran artista… La correspondencia del público en ambos días (que felizmente se pudo estar) tuvo el más pleno entusiasmo, al punto que espontáneamente, más de alguno y a viva voz, gritó, con elocuencia, “Soro está vivo”…, reflejando un hito de rara y única ocurrencia. En suma, un concierto fundamental y de lo más relevante a lo largo de este año, justipreciando a un compositor clave no sólo en Chile, sino del mundo.

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