Por Jaime Torres Gómez
(Crítico de Música)
LAS PRINCIPALES INSTITUCIONES que dan vida a la actividad musical en el área Valparaíso-Viña corresponden a la Universidad Santa María, a la Corporación Cultural de Viña del Mar y la Universidad Católica de Valparaíso, sin olvidar el esfuerzo adicional de las Universidades de Valparaíso, Playa Ancha, y las privadas Andrés Bello y Santo Tomás.
Tampoco es soslayable el aporte que hace la Fundación Beethoven en la organización de los Conciertos en la Quinta Vergara durante el mes de enero, que se han constituido en una actividad pilar en el ámbito de la música culta durante el período estival.
Antes de emitir un juicio respecto al desarrollo de la actividad musical de este primer semestre, es menester consignar la crisis que hoy en día se tiene en cuanto a las dificultades de concitar interés en el público, producto de los actuales focos de interés en las personas del mundo de hoy, moldeados por parámetros sociales y técnicos que apuntan más a una obviedad que a un asombro por los procesos creativos y productivos. Tales coordenadas se hilvanan con elementos de “rápida accesibilidad de resultados” por sobre una mayor internalización en la esencia de las cosas y procesos, conllevando una creciente insensibilidad al cultivo del espíritu.
Con tal estado del arte, la prioridad de las instituciones culturales gestoras básicamente va en dirección al desarrollo de nuevas audiencias, labor no fácil cuando paralelamente existen restricciones económicas que muchas veces inhiben a los espectadores acceder a las presentaciones.
ESFUERZOS LOCALES
En el caso de las instituciones mencionadas, éstas han dado muestras de equilibrio programático y de ajuste en los precios de los espectáculos para el mercado local, el que no es de buen poder adquisitivo para eventos de música culta.
Lo anterior no significa que existan aún otros elementos por mejorar, como un mayor espacio a la Orquesta Filarmónica Regional (definitivamente, la autoridad debe proporcionarle mayores recursos para su continuo funcionamiento), nombres de artistas y obras excesivamente repetidas (no se entienda los casos de instituciones orquestales como las Orquestas Sinfónica y Cámara de Chile, que son instituciones estables y de tradición que siempre han tenido presentaciones en la Región, aunque equilibrando los espacios de la Filarmónica Regional, que no debiera verse afectada por la presencia de las orquestas santiaguinas, concibiéndose un aumento de su participación con programas de creciente calidad e interés musicológico) y cierta asimetría en la contratación de cierto tipo de espectáculos que finalmente consumen buena parte del presupuesto en desmedro de una diversificación en más propuestas (especialmente en el caso del ballet, en donde la actual cantidad de títulos es excesiva, a menos que se disponga de un mayor incremento presupuestario).
También se ha observado una innecesaria gratuidad en algunos conciertos, los que finalmente afectan a otros pagados de similar calidad, y programados en las mismas fechas y horas.
Por otro lado, felizmente se ha observado un incremento en el público joven en todas las temporadas, el que sin duda será el público del futuro.
El ritmo de actividades previsto para el segundo semestre se aprecia interesante, aun cuando no se anuncian figuras internacionales relevantes como en temporadas anteriores (en general, este año ha sido exiguo en la internacionalización de las temporadas, salvo casos puntuales con excelentes resultados),
En suma, las temporadas musicales locales han mantenido su continuidad y variedad de ofertas, en general con aciertos, aunque con importantes distorsiones por corregir respecto a la superposición de precios y fechas.
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