domingo, 2 de septiembre de 2007

MODELO A SEGUIR


Por Jaime Torres Gómez

EN VARIOS COMENTARIOS hemos insistido en la conveniencia de contar con una orquesta verdaderamente estable en nuestra zona.

Los conjuntos de tal carácter están radicados en las distintas agrupaciones universitarias, como la Orquesta de Cámara de la PUCV y otros conjuntos de cámara de la Universidades de Valparaíso y Playa Ancha, aparte de la Camerata de la Universidad Andrés Bello, que tiene una actividad periódica en la zona.

Sin embargo, la presencia de una orquesta grande y de carácter sinfónico, en la práctica, no existe, salvo la existencia institucional de la Corporación Orquesta Filarmónica Regional, que a duras penas puede realizar no más de cuatro conciertos de envergadura, pensando en un orgánico de una auténtica sinfónica.

El resto de la oferta orquestal la suplen las orquestas santiaguinas, como las Orquestas Sinfónica y de Cámara de Chile, más alguna otra que eventualmente visita la zona.

En consecuencia, el desarrollo de una orquesta sinfónica profesional y estable en la zona, prácticamente es inexistente. Y la razón obedece a una total falta de voluntad de los entes públicos y privados, es decir, de toda la Comunidad Regional, en concebir un proyecto de desarrollo artístico integral para la Región.

En reiteradas ocasiones hemos celebrado la presencia de agrupaciones fuera de la Región, las que sin duda aportan con su profesionalismo artístico. Pero, luego de cada función, no es mucho lo que queda, aparte de producir un goce estético natural y la motivación en alguien para continuar el cultivo de la música docta, no percibiéndose beneficios de desarrollo artístico profesionalmente local.

ORQUESTA VIÑAMARINA DE ANTAÑO: PROFESIONAL Y ESTABLE

Distinta es la situación en la época del bien recordado Izidor Händler, con la Sinfónica de Viña, orquesta formada por músicos locales y estratégicamente reforzada por excelentes colegas santiaguinos. En dicha época las propuestas de Händler tuvieron envergadura nacional, al punto que se logró tener como solistas a los mismos Rostropovitch y Ruggiero Ricci, y en el podium al conocido Carmen Dragon como invitado, amén de ciclos con la integral de las sinfonías de Brahms y Beethoven.

MENDOZA: EJEMPLO DE CULTURA MUSICAL

Si se compara nuestra situación respecto a lo que hoy se da en una urbe de características muy parecidas a Viña del Mar y Valparaíso, como allende Los Andes, en la ciudad de Mendoza, se evidencia una dramática realidad.

En efecto, en la ciudad trasandina existen ni más ni menos que dos orquestas estables: La Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo (con una planta de poco más de setenta integrantes) y la Filarmónica de Mendoza (con 50 integrantes actualmente).

La complementariedad de las propuestas entre ambas orquestas es muy interesante, y el nivel es muy satisfactorio. Cuentan con buenos directores titulares y tienen una periodicidad de conciertos del orden de veinte programas de abono promedio. Además, suelen llegar directores y solistas internacionalmente reputados, como recientemente el gran maestro israelí Lior Shambadal (titular de la Berliner Symphoniker) con la Osuncuyo, a quien le presenciamos un notable concierto con obras de extremas dificultades como el Concierto Nº 1 para Piano de Rachmaninoff y la dificilísima Tercera Sinfonía de Brahms, con un resultado espectacular.

Y en esta misma temporada de abono de la orquesta universitaria, considera nombres tan relevantes como el famoso violinista israelí Schlomo Mintz, el legendario director italiano Piero Gamba, el recordado maestro David del Pino Klinge, el conocido pianista británico Peter Donohoe, el destacado violinista Rafael Gíntoli y el excelente titular del conjunto, el norteamericano David Händel, entre muchas figuras.

En general, la vocación por cultivar las artes en la vecina Mendoza -y de manera profesional- es más que elocuente, no sustrayéndose a proyectos de calidad y estabilidad en lo local, constituyendo un referente digno de imitar.

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