Hace poco se dio a conocer de manera oficial el nombramiento del nuevo director titular de la decana sinfónica nacional, la Orquesta Sinfónica de Chile, sexagenaria agrupación que cada vez da muestras de completa madurez
LA LLEGADA DE un nuevo director musical a cualquier agrupación orquestal no es una noticia de rutina ni menos intrascendente.
Lo anterior adquiere más importancia cuando se trata de conjuntos de tradición y con gravitante presencia nacional. Incluso, en más de algún caso, constituyó noticia de portada en diarios de alta circulación nacional (los mismos que hoy le dan la espalda a dicha cobertura, quedando reducida a notas puntuales y con clara sensación de “cumplir con lo políticamente correcto”…).
Hace pocos días se dio a conocer de manera oficial el nombramiento del nuevo director titular de la decana sinfónica nacional, la Orquesta Sinfónica de Chile, sexagenaria agrupación que cada vez da muestras de completa madurez.
La Sinfónica ha sido una orquesta que ha tenido el privilegio de actuar con celebridades de la talla de Karajan, Busch, Kleiber, Celibidache, Dorati, Ormandi, Jochum, Scherchen, Ceccato, Horenstein, Herrera de la Fuente, Ludwig, Csyz, Bünte, Mága, etc. y con trascendentes actuaciones de compositores como Stravinsky, Hindemith, Copland, entre los que se tiene recuerdo. Así también solistas de la talla de Arrau, Frager, Wallevska, Rostropovitch, Renard, etc.
Como toda agrupación humana, ha pasado por épocas de oro y otras con manifiestas dificultades en lo artístico y económico. El período de gloria de la Sinfónica se dio, en una primera etapa, desde los años cuarenta hasta inicios de los setenta, recobrando aquel excelente nivel a inicios de los ochenta. Posteriormente, a comienzos de los noventa y con una excelente titularidad del maestro Agustín Cullell (que desgraciadamente poco se ha reconocido), la Sinfónica inició un cambio notorio respecto a algunos años previos, en donde hubo una crisis cualitativa en varias secciones instrumentales, amén de un sonido que acusaba durezas y destemples, como su ensamblado no se veía del todo cohesionado.
Otro punto de inflexión constituyó el proyecto “Todo Chile un Escenario”, liderado por Juan Pablo Izquierdo, pero que por un mal estudio financiero, no alcanzó a durar más de seis meses. Sin embargo, ese fue el impulso institucional de haber consolidado la existencia de una gran dotación de integrantes, que hasta el día de hoy continúa (y que ha de esperarse jamás se piense en cercenarlo). En justicia, aquella dotación fue firmemente defendida por el último titular, el maestro David del Pino Klinge.
Los niveles de invitados promedio hoy en día no tienen la relevancia de antaño, no significando que se haya contado con excelentes maestros y solistas internacionales, aunque no de la envergadura de celebridades. Por supuesto, se trata de un problema de recursos. Sin embargo, comparando con otras orquestas sudamericanas, al menos se cuenta con cierta periodicidad de directores y solistas invitados de interesante nivel. Lo anterior ha sido importante para enriquecer el desarrollo artístico de la Sinfónica, no obstante hay que propender a una superación cualitativa en disponer de grandes artistas invitados, a fin de incentivar cada vez más el interés de venir a Chile, y en consecuencia, potenciar más el nombre de esta orquesta en el panorama internacional.
Hoy en día la Sinfónica pasa por un notable momento artístico y técnico, en parte debido a la nuevas generaciones de músicos que está produciendo Chile, principalmente por el desarrollo de las orquestas infantiles y juveniles. Además, irredargüiblemente, al trabajo del maestro Del Pino que no fue menor, imprimiéndole un sello difícil de borrar, y apreciándose más nítidamente después de la exitosa gira a Alemania.
Han pasado dos temporadas que Del Pino dejó el titularato, habiéndose escogido por los mismos músicos al joven maestro polaco Michal Nesterowicz, quien ya ha dicho que uno de sus principales focos de atención será la recuperación de público a los conciertos (situación universalmente recurrente). Pero las loables intenciones de Nesterowicz no podrán concretarse si no cuenta con el decidido apoyo de las autoridades de la Universidad de Chile (en lo institucional) y la colaboración de la prensa (en la difusión), puesto que de ninguna manera se está planteando algo nuevo (basta recordar los esfuerzos de Del Pino en ofrecer obras con formatos atractivos para todo tipo de público).
En cuanto al desarrollo interno de la orquesta, lejos de tener una actitud autocomplaciente, pero afortunadamente Nesterowicz recibe a una orquesta en magnífico estado (tal como Valdés recibió a la Filarmónica de manos de Ötvös, manteniéndola con su alto estándar hasta el momento de su aniquilación por parte de la Corporación Cultural de Santiago…). Por lo tanto, pensar en cambios internos de sus integrantes, al menos en el corto y mediano plazo, no se ve necesario. Lo que sí se hacía imperioso era tener una pronta dirección artística que encaminara a la agrupación con una línea clara y específica, labor que, dada la solvencia de Nesterowicz, se vislumbra interesante.
En suma, la llegada del nuevo titular a la Sinfónica de Chile, con amplia aceptación de los músicos y autoridades institucionales, debiera concitar un liderazgo en pos de un incremento cualitativo global en la decana sinfónica nacional.
Jaime Torres Gómez
LA LLEGADA DE un nuevo director musical a cualquier agrupación orquestal no es una noticia de rutina ni menos intrascendente.
Lo anterior adquiere más importancia cuando se trata de conjuntos de tradición y con gravitante presencia nacional. Incluso, en más de algún caso, constituyó noticia de portada en diarios de alta circulación nacional (los mismos que hoy le dan la espalda a dicha cobertura, quedando reducida a notas puntuales y con clara sensación de “cumplir con lo políticamente correcto”…).
Hace pocos días se dio a conocer de manera oficial el nombramiento del nuevo director titular de la decana sinfónica nacional, la Orquesta Sinfónica de Chile, sexagenaria agrupación que cada vez da muestras de completa madurez.
La Sinfónica ha sido una orquesta que ha tenido el privilegio de actuar con celebridades de la talla de Karajan, Busch, Kleiber, Celibidache, Dorati, Ormandi, Jochum, Scherchen, Ceccato, Horenstein, Herrera de la Fuente, Ludwig, Csyz, Bünte, Mága, etc. y con trascendentes actuaciones de compositores como Stravinsky, Hindemith, Copland, entre los que se tiene recuerdo. Así también solistas de la talla de Arrau, Frager, Wallevska, Rostropovitch, Renard, etc.
Como toda agrupación humana, ha pasado por épocas de oro y otras con manifiestas dificultades en lo artístico y económico. El período de gloria de la Sinfónica se dio, en una primera etapa, desde los años cuarenta hasta inicios de los setenta, recobrando aquel excelente nivel a inicios de los ochenta. Posteriormente, a comienzos de los noventa y con una excelente titularidad del maestro Agustín Cullell (que desgraciadamente poco se ha reconocido), la Sinfónica inició un cambio notorio respecto a algunos años previos, en donde hubo una crisis cualitativa en varias secciones instrumentales, amén de un sonido que acusaba durezas y destemples, como su ensamblado no se veía del todo cohesionado.
Otro punto de inflexión constituyó el proyecto “Todo Chile un Escenario”, liderado por Juan Pablo Izquierdo, pero que por un mal estudio financiero, no alcanzó a durar más de seis meses. Sin embargo, ese fue el impulso institucional de haber consolidado la existencia de una gran dotación de integrantes, que hasta el día de hoy continúa (y que ha de esperarse jamás se piense en cercenarlo). En justicia, aquella dotación fue firmemente defendida por el último titular, el maestro David del Pino Klinge.
Los niveles de invitados promedio hoy en día no tienen la relevancia de antaño, no significando que se haya contado con excelentes maestros y solistas internacionales, aunque no de la envergadura de celebridades. Por supuesto, se trata de un problema de recursos. Sin embargo, comparando con otras orquestas sudamericanas, al menos se cuenta con cierta periodicidad de directores y solistas invitados de interesante nivel. Lo anterior ha sido importante para enriquecer el desarrollo artístico de la Sinfónica, no obstante hay que propender a una superación cualitativa en disponer de grandes artistas invitados, a fin de incentivar cada vez más el interés de venir a Chile, y en consecuencia, potenciar más el nombre de esta orquesta en el panorama internacional.
Hoy en día la Sinfónica pasa por un notable momento artístico y técnico, en parte debido a la nuevas generaciones de músicos que está produciendo Chile, principalmente por el desarrollo de las orquestas infantiles y juveniles. Además, irredargüiblemente, al trabajo del maestro Del Pino que no fue menor, imprimiéndole un sello difícil de borrar, y apreciándose más nítidamente después de la exitosa gira a Alemania.
Han pasado dos temporadas que Del Pino dejó el titularato, habiéndose escogido por los mismos músicos al joven maestro polaco Michal Nesterowicz, quien ya ha dicho que uno de sus principales focos de atención será la recuperación de público a los conciertos (situación universalmente recurrente). Pero las loables intenciones de Nesterowicz no podrán concretarse si no cuenta con el decidido apoyo de las autoridades de la Universidad de Chile (en lo institucional) y la colaboración de la prensa (en la difusión), puesto que de ninguna manera se está planteando algo nuevo (basta recordar los esfuerzos de Del Pino en ofrecer obras con formatos atractivos para todo tipo de público).
En cuanto al desarrollo interno de la orquesta, lejos de tener una actitud autocomplaciente, pero afortunadamente Nesterowicz recibe a una orquesta en magnífico estado (tal como Valdés recibió a la Filarmónica de manos de Ötvös, manteniéndola con su alto estándar hasta el momento de su aniquilación por parte de la Corporación Cultural de Santiago…). Por lo tanto, pensar en cambios internos de sus integrantes, al menos en el corto y mediano plazo, no se ve necesario. Lo que sí se hacía imperioso era tener una pronta dirección artística que encaminara a la agrupación con una línea clara y específica, labor que, dada la solvencia de Nesterowicz, se vislumbra interesante.
En suma, la llegada del nuevo titular a la Sinfónica de Chile, con amplia aceptación de los músicos y autoridades institucionales, debiera concitar un liderazgo en pos de un incremento cualitativo global en la decana sinfónica nacional.
Jaime Torres Gómez
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