Por Jaime Torres Gómez
DESPUÉS DE UN NUTRIDO año musical, caracterizado en buena medida por la permanente presencia de diversas agrupaciones como las orquestas Sinfónica y Cámara de Chile, algunos conciertos (siempre pocos, pero durante el 2007 de notable calidad) de la Filarmónica Regional, más el muy respetado trabajo de la Orquesta de Cámara de PUCV, se ha iniciado el presente año con la presentación de la Orquesta Filarmónica de Chile, agrupación que en su actual conformación constituyó su debut en Viña del Mar.
TRAYECTORIA
Esta orquesta está gestionada y mayoritariamente integrada por excelentes músicos despedidos del Teatro Municipal de Santiago en el 2006, situación cuestionable en su fondo y forma.
Lejos de seguir lamentando lo ocurrido, lo concreto es que ante las dificultades de alguna forma se hallan oportunidades. Y en ese contexto, los más de 30 músicos separados de la actual orquesta del Municipal –no precisamente por incompetencia- se han reagrupado y han dado origen (o continuidad) a la denominada Filarmónica de Chile, que en sus aspectos legales está en proceso de consolidarse como Corporación.
El nombre de Filarmónica de Chile no es casual, pues los más de 50 años de historia de aquella fundada por nombres tan emblemáticos como Juan Matteucci, Eduardo Salgado, Armando Aguilar, Ramón Bignon, etc., más sus primeros y excelentes titulares como el mismo Matteucci, Agustín Cullell y Juan Carlos Zorzi, sentaron las bases de una orquesta profesional en todo sentido de la palabra.
Posteriormente, estando bajo el alero de la Corporación Cultural de Santiago, hay que destacar a importantes titulares como Enrique Ricci, Peter Richter, Juan Pablo Izquierdo, Roberto Abbado, Max Valdés, Miguel Ángel Veltri, Gabor Ötvös, más sólidos directores residentes como Miguel Patrón Marchand, Rodolfo Fischer y José Luis Domínguez, que consolidaron el trabajo sistemático de los primeros filarmónicos, habiendo situado a dicha orquesta como una de las mejores en Sud América, aunque paradójicamente, en su mejor momento, fue desmantelada por la Corporación Cultural de Santiago producto de un traumático conflicto laboral, que por desgracia no tuvo una correcta visión de altas autoridades de gobierno como para haber custodiado tal capital artístico, facilitando a la actual orquesta del Municipal ser una agrupación desproporcionadamente integrada por extranjeros, de dudosa calidad, con permanentes rotaciones y carente de un proyecto artístico serio.
APOYO PARA SU NUEVA ETAPA
El espíritu que anima a los Filarmónicos de Chile motiva apoyarlos en su nueva vida artística, ya que se aprecia la impronta signada por sus genuinos fundadores, quienes fueron ejemplo de tenacidad, excelencia artística y alta capacidad de gestión.
El concierto del jueves 3 de enero pasado en el Teatro Municipal de Viña constituyó una confirmación a la calidad de la orquesta histórica. Y si bien ya no están todos quienes salieron del Municipal (varios han emigrado del país), sí pudo apreciarse plenamente la sonoridad de la Filarmónica de siempre: Aterciopelada calidez, magnífica transparencia de timbres y afinación impecable.
Injusto sería no mencionar el descubrimiento del maestro Vicente Larrañaga, chileno radicado en Berlín, quien demostró oficio y solidez formativa a lo largo de un programa musicalmente atractivo, con la Obertura Las Hébridas de Mendelssohn (bien logrados los acentos, equilibrios y transparencias), el Concierto Nº 23 para piano de Mozart (Teresa Larrañaga como solista) y la Sinfonía Nº 7 de Beethoven (con un discurso musicalmente irreprochable de Larrañaga más una entusiasta garra de los músicos, sobretodo en el arrebatador allegro con brio final).
En suma, un sólido concierto de apertura para el año que comienza, y a cargo de una orquesta que merece mayores oportunidades de tocar, por el valor de su experiencia y su seriedad de proyecto
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