viernes, 25 de enero de 2013

FILARMÓNICA EN LA QUINTA: MÉRITOS INSUFICIENTES


Después de siete años de ausencia, el sábado 12 de enero pasado la Orquesta Filarmónica de Santiago retornó a la Quinta Vergara de la ciudad de Viña del Mar, en el marco de los 18 Conciertos de Verano organizados por la Fundación Beethoven.

Estos conciertos suelen tener una convocatoria promedio de diez mil asistentes por jornada, labor que ha cosechado innegables frutos producto de un trabajo sistemático por una gran cantidad de años, los cuales fueron certeramente concebidos por Fernando Rosas y con el espíritu de reunir durante todos los fines de semana de enero a las más importantes orquestas nacionales. Así, son huéspedes habituales las Orquestas Sinfónica y de Cámara de Chile, y la Sinfónica Nacional Juvenil, como en jornadas pasadas se ha contado con la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago, la Sinfónica de la Universidad de Concepción, la Sinfónica Estudiantil Metropolitana y la Filarmónica de Santiago.

Como axioma respecto a un proyecto de “orquesta nacional”, debe entendérselo como una agrupación que en sí encarne una valoración fundamental de “Proyecto Nacional”, que conlleve una convocatoria primordial y territorialmente local respecto a sus integrantes, y cuyo valor de excelencia se proyecte en el país como conjunto.

Ahora bien, históricamente ha sido recurrente contar con músicos extranjeros en las orquestas nacionales, ya sea por residencias de hecho (y por lo tanto, audicionando -en equivalentes condiciones- junto a los colegas locales y dentro del territorio nacional), como invitaciones puntuales y debidamente proporcionadas con el fin de cubrir falencias en músicos nacionales.

De hecho, y con ese espíritu, en el año 1981 el proyecto de reforma impulsado por Juan Pablo Izquierdo en la Filarmónica de Santiago, coadyuvó a un importante salto cualitativo respecto al nivel de la época, hecho de irrefutable vocación magisterial que ulteriormente devino en una superación técnica importante en los músicos nacionales.

Lamentablemente, producto de un traumático conflicto en el año 2006 de esa misma orquesta con sus autoridades -y cuya primera manifestación se dio en enero de ese año a raíz de una cancelación del concierto inaugural en el ciclo de la Quinta Vergara de Viña del Mar-, se tradujo en un cuasi desmantelamiento de esa agrupación, recurriendo a un fuerte contingente de jóvenes músicos extranjeros, y que prácticamente sirvieron de soporte para una nueva orquesta, esquema vigente al día de hoy, salvo inclusiones puntuales de jóvenes músicos chilenos. Con todo, según información oficial (programas de mano del Teatro Municipal de Santiago), se desprende que más de un 35% de los actuales integrantes no son nacionales, situación que difiere alarmantemente con las demás agrupaciones orquestales del país.

Por cierto, más que cuestionar la nacionalidad de origen de los músicos, es discutible y poco saludable la forma cómo sistemáticamente han sido los procesos convocatorios de selección, continuando así con audiciones en otros países (del hemisferio norte), cuya consecuencia directa es la llegada de una ingente cantidad extranjera de músicos, y con privilegios redundados en no constituirse necesariamente en el país para rendir las audiciones respectivas. En el mundo, un sistema con esa naturaleza de selección, no es frecuente y, en los casos que se dan, no gozan de amplios beneplácitos.

Al día de hoy ya no resiste justificación mantener un esquema así, pues si bien se trató de re-armar una orquesta en crisis y reducida a casi un tercio, consecuentemente, para dar imperioso cumplimiento a las temporadas oficiales del Teatro Municipal de Santiago, se entiende que en su momento respondió a una solución de estricta emergencia, modelo que al día de hoy pareciera seguir satisfaciendo ciertas políticas de las autoridades del Teatro Municipal de Santiago. De hecho, se ha llegado al punto que con toda soltura tales autoridades hoy enarbolan el discurso de tener “una orquesta multicultural…”, situación en sí tan acendrada que efectivamente la política de tener una orquesta de fuerte conformación extranjera ha llegado a extremos de dejar desiertas más de doce plazas llamadas a concurso a fin del año pasado, lo que forzosamente conlleva advertir lógicas suspicacias respecto a qué reales fines persiguen tales autoridades.

Por lo tanto, a la luz de los hechos, los cursos de acción adoptados se han direccionado en detrimento de las expectativas de los músicos nacionales para desarrollarse en el país, máxime considerando que no existen tantas orquestas como para pensar en un buen desarrollo local de los mismos, evidenciando entonces una fuerte fuga de talentos a otras latitudes, o peor aún, con un dramático giro del rubro.

Así, al comparar las pautas que originaron la venida de extranjeros en la época de Izquierdo con las actuales, considerando además el gran nivel de los músicos chilenos despedidos de la Filarmónica en el año 2006 (muy superior al de los actuales extranjeros) más el excelente nivel que hoy exhiben los jóvenes integrantes de la Sinfónica Nacional Juvenil (quienes recientemente tuvieron una exitosa gira europea, y reforzado con el muy buen resultado de haberse juntado con la misma Filarmónica en la Sinfonía “Titán” de Mahler hace dos semanas), constituyen razones más que suficientes como para suponer que el nivel de la última audición no haya tenido méritos de excelencia para integrar esta agrupación, y consecuentemente inferir que en definitiva no se concibe incluir músicos nacionales en la actual Filarmónica. Así, es menester sincerar las motivaciones extra musicales existentes, puesto que perfectamente es posible suponer que los próximos pasos a seguir discurrirían en audicionar nuevamente a otros países del hemisferio norte…

Así, retomando el espíritu de Fernando Rosas en concebir un encuentro de “orquestas nacionales” durante los Conciertos de Verano de Viña del Mar, quien suscribe estas líneas, como genuino viñamarino, no le es posible validar que se haya congregado traer a la Orquesta Filarmónica de Santiago dentro de un marco cuyo espíritu primigenio no es compatible con lo que hoy representa dicha orquesta. De hecho, tardaron muchos años para que volviera al anfiteatro de la Quinta Vergara, y aún así, sus méritos siguen siendo insuficientes para convivir con otras orquestas que sí representan “proyectos nacionales”…

En cuanto al concierto mismo (con las Primeras Sinfonías de Beethoven y Brahms), se dispuso de una profesional presentación en lo técnico y en general bien enfocadas musicalmente por José Luis Domínguez. Sin embargo, si se hubiera dado en un marco distinto (como sí lo fue dentro del año 2012 en una presentación en el Centro Cultural Ex Cárcel de Valparaíso, con el mismo programa y director, y con un satisfactorio resultado, especialmente con la sinfonía brahmsiana), no habría sido objeto de un comentario que en vez de referirse mayoritariamente a las bondades de la música ofrecida, como al favorable impacto producido en la masiva concurrencia (cerca de diez mil personas), forzosamente hubo que perder tiempo en “refrescar la memoria” sobre situaciones que al día de hoy mantienen fuertes cuestionamientos en el ambiente musical del país.

Con tal estado del arte, Fernando Rosas no habría incurrido en tamaño desacierto…
  
           

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