Después de siete años de ausencia, el
sábado 12 de enero pasado la Orquesta Filarmónica de Santiago retornó a la Quinta Vergara de la ciudad de
Viña del Mar, en el marco de los 18 Conciertos de Verano organizados por la Fundación Beethoven.
Estos conciertos suelen tener una
convocatoria promedio de diez mil asistentes por jornada, labor que ha
cosechado innegables frutos producto de un trabajo sistemático por una gran
cantidad de años, los cuales fueron certeramente concebidos por Fernando Rosas
y con el espíritu de reunir durante todos los fines de semana de enero a las
más importantes orquestas nacionales. Así, son huéspedes habituales las
Orquestas Sinfónica y de Cámara de Chile, y la Sinfónica Nacional
Juvenil, como en jornadas pasadas se ha contado con la Orquesta Clásica
de la Universidad
de Santiago, la Sinfónica
de la Universidad
de Concepción, la Sinfónica Estudiantil
Metropolitana y la
Filarmónica de Santiago.
Como axioma respecto a un proyecto de “orquesta nacional”, debe
entendérselo como una agrupación que en sí encarne una valoración fundamental
de “Proyecto Nacional”, que conlleve
una convocatoria primordial y territorialmente local respecto a sus integrantes,
y cuyo valor de excelencia se proyecte en el país como conjunto.
Ahora bien, históricamente ha sido
recurrente contar con músicos extranjeros en las orquestas nacionales, ya sea
por residencias de hecho (y por lo tanto, audicionando -en equivalentes
condiciones- junto a los colegas locales y dentro del territorio nacional), como
invitaciones puntuales y debidamente proporcionadas con el fin de cubrir
falencias en músicos nacionales.
De hecho, y con ese espíritu, en el
año 1981 el proyecto de reforma impulsado por Juan Pablo Izquierdo en la Filarmónica de
Santiago, coadyuvó a un importante salto cualitativo respecto al nivel de la
época, hecho de irrefutable vocación magisterial que ulteriormente devino en
una superación técnica importante en los músicos nacionales.
Lamentablemente, producto de un
traumático conflicto en el año 2006 de esa misma orquesta con sus autoridades
-y cuya primera manifestación se dio en enero de ese año a raíz de una
cancelación del concierto inaugural en el ciclo de la Quinta Vergara de Viña del Mar-,
se tradujo en un cuasi desmantelamiento de esa agrupación, recurriendo a un
fuerte contingente de jóvenes músicos extranjeros, y que prácticamente
sirvieron de soporte para una nueva orquesta, esquema vigente al día de hoy, salvo
inclusiones puntuales de jóvenes músicos chilenos. Con todo, según información
oficial (programas de mano del Teatro Municipal de Santiago), se desprende que
más de un 35% de los actuales integrantes no son nacionales, situación que
difiere alarmantemente con las demás agrupaciones orquestales del país.
Por cierto, más que cuestionar la
nacionalidad de origen de los músicos, es discutible y poco saludable la forma
cómo sistemáticamente han sido los procesos convocatorios de selección, continuando
así con audiciones en otros países (del hemisferio norte), cuya consecuencia
directa es la llegada de una ingente cantidad extranjera de músicos, y con
privilegios redundados en no constituirse necesariamente en el país para rendir
las audiciones respectivas. En el mundo, un sistema con esa naturaleza de
selección, no es frecuente y, en los casos que se dan, no gozan de amplios
beneplácitos.
Al día de hoy ya no resiste
justificación mantener un esquema así, pues si bien se trató de re-armar una
orquesta en crisis y reducida a casi un tercio, consecuentemente, para dar imperioso
cumplimiento a las temporadas oficiales del Teatro Municipal de Santiago, se
entiende que en su momento respondió a una solución de estricta emergencia, modelo
que al día de hoy pareciera seguir satisfaciendo ciertas políticas de las
autoridades del Teatro Municipal de Santiago. De hecho, se ha llegado al punto que
con toda soltura tales autoridades hoy enarbolan el discurso de tener “una
orquesta multicultural…”, situación en sí tan acendrada que efectivamente la
política de tener una orquesta de fuerte conformación extranjera ha llegado a extremos
de dejar desiertas más de doce plazas llamadas a concurso a fin del año pasado,
lo que forzosamente conlleva advertir lógicas suspicacias respecto a qué reales
fines persiguen tales autoridades.
Por lo tanto, a la luz de los hechos, los
cursos de acción adoptados se han direccionado en detrimento de las
expectativas de los músicos nacionales para desarrollarse en el país, máxime considerando
que no existen tantas orquestas como para pensar en un buen desarrollo local de
los mismos, evidenciando entonces una fuerte fuga de talentos a otras
latitudes, o peor aún, con un dramático giro del rubro.
Así, al comparar las pautas que
originaron la venida de extranjeros en la época de Izquierdo con las actuales,
considerando además el gran nivel de los músicos chilenos despedidos de la Filarmónica en el año
2006 (muy superior al de los actuales extranjeros) más el excelente nivel que
hoy exhiben los jóvenes integrantes de la Sinfónica Nacional
Juvenil (quienes recientemente tuvieron una exitosa gira europea, y reforzado
con el muy buen resultado de haberse juntado con la misma Filarmónica en la Sinfonía “Titán” de
Mahler hace dos semanas), constituyen razones más que suficientes como para suponer
que el nivel de la última audición no haya tenido méritos de excelencia para
integrar esta agrupación, y consecuentemente inferir que en definitiva no se
concibe incluir músicos nacionales en la actual Filarmónica. Así, es menester
sincerar las motivaciones extra musicales existentes, puesto que perfectamente
es posible suponer que los próximos pasos a seguir discurrirían en audicionar
nuevamente a otros países del hemisferio norte…
Así, retomando el espíritu de Fernando
Rosas en concebir un encuentro de “orquestas
nacionales” durante los Conciertos de Verano de Viña del Mar, quien
suscribe estas líneas, como genuino viñamarino, no le es posible validar que se
haya congregado traer a la Orquesta
Filarmónica de Santiago dentro de un marco cuyo espíritu
primigenio no es compatible con lo que hoy representa dicha orquesta. De hecho,
tardaron muchos años para que volviera al anfiteatro de la Quinta Vergara , y aún así, sus
méritos siguen siendo insuficientes para convivir con otras orquestas que sí representan
“proyectos nacionales”…
En cuanto al concierto mismo (con las
Primeras Sinfonías de Beethoven y Brahms), se dispuso de una profesional
presentación en lo técnico y en general bien enfocadas musicalmente por José
Luis Domínguez. Sin embargo, si se hubiera dado en un marco distinto (como sí
lo fue dentro del año 2012 en una presentación en el Centro Cultural Ex Cárcel
de Valparaíso, con el mismo programa y director, y con un satisfactorio
resultado, especialmente con la sinfonía brahmsiana), no habría sido objeto de
un comentario que en vez de referirse mayoritariamente a las bondades de la
música ofrecida, como al favorable impacto producido en la masiva concurrencia
(cerca de diez mil personas), forzosamente hubo que perder tiempo en “refrescar la memoria” sobre situaciones
que al día de hoy mantienen fuertes cuestionamientos en el ambiente musical del
país.
Con tal estado del arte, Fernando
Rosas no habría incurrido en tamaño desacierto…
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