jueves, 23 de enero de 2014
FESTIVAL MOZART EN VALPARAÍSO: AUSPICIOSO DEBUT
El origen y sentido de la “oportunidad” puede provenir de las más disímiles circunstancias, tanto de entornos con variables positiva e intrínsecamente favorables como adversidades catalizadoras y dialécticas que permiten discurrir por nuevas (e idealmente) mejores realidades.
Es el caso de las circunstancias que han gestado el flamante Festival Mozart de la Orquesta de Cámara de Chile en la ciudad de Valparaíso, las cuales han coincidido con el inicio de un nuevo ciclo de dicha orquesta en relación a su natural dependencia funcional, en cuanto desde el presente año, al no seguir dependiendo de la Fundación Beethoven como entidad gestionadora, a la postre ha evidenciado un completo distanciamiento asociativo. De hecho, lo más palmario de esta situación ha sido la directa exclusión de la Orquesta de Cámara de Chile de los Conciertos de Verano en la Quinta Vergara de Viña del Mar por parte de la Fundación Beethoven (entidad organizadora), después de 18 años de continua presencia. Lo curioso es que ésta fue la fundadora y anfitriona natural de dichos conciertos, concebidos por Fernando Rosas -a la sazón titular de dicha agrupación-, y que los lideró prácticamente hasta su fallecimiento.
Lo anterior sin duda da para más de algún análisis, elucubraciones y juicios de valor... . Sin embargo, la misma Orquesta de Cámara de Chile junto a Juan Pablo Izquierdo, su actual titular y último Premio Nacional de Música, en un celebrado espíritu de emprendimiento han discurrido en la idea de un nuevo proyecto estival para la zona de Valparaíso - Viña del Mar, plasmado en este flamante Festival Mozart, realizándose los días viernes de enero en el Aula Magna de la Universidad Santa María, sin duda la sala de mejor acústica de Chile.
De esta forma, se han programado 4 conciertos en base a las últimas sinfonías mozartianas (Nº 35 “Haffner”, Nº 38 “Praga”, Nº 40 y 41 “Júpiter”) más conciertos solísticos (Clarinete, Piano Nº 20, Oboe y Violín Nº 3) y dos oberturas (Così fan Tutte y Don Giovanni), dirigidos por el mismo Juan Pablo Izquierdo.
En el concierto debut de este festival, realizado el viernes 10 de enero, impactó la alta convocatoria de público, prácticamente copando la capacidad de la sala (cercana a las 1.200 locaciones), constituyendo en sí mismo un inapelable triunfo, máxime considerando una no despreciable oferta musical de verano en la zona (recuérdese que al día siguiente, como todos los sábados de enero, se realizan los Conciertos de Verano en la Quinta Vergara, con su respectiva tradición y fidelización de público). Sin duda, esto propende a una efectiva y favorable demanda por un consumo musical docto, amén de la jerarquía del producto ofrecido, con una línea programática transversalmente convocante, más una orquesta profesional estable y un director de trayectoria internacional como Juan Pablo Izquierdo.
El programa contempló la Serenata Nº 6 K. 239, el Concierto para Clarinete K. 622 y la Sinfonía Nº 35 “Haffner” K. 385, y cuyas entregas tuvieron el común denominador del acertado idiomatismo impreso por Izquierdo.
Principiando con una obra de juventud como la Serenata (aparentemente Mozart no tenía más allá de unos 17 años), se percibió un verdadero “re-descubrimiento” en muchos aspectos de sus bondades constructivas (presenciada en otras oportunidades junto a la misma orquesta y director), llamando más la atención en esta oportunidad el “artesanado trabajo” en texturas, afinación, articulación y dinámicas con la orquesta, amén de una elección de tempi (más lentos en comparación a otras ocasiones) que permitieron captar un genuino y acabado sentido (y contexto) del fraseo, develando así la elocuencia discursiva impresa por Mozart.
En el Concierto para Clarinete, obra de completa madurez y de lo último alcanzado a componer, se contó con la destacada presencia de Luis Rossi, sin duda el más autorizado clarinetista sudamericano por décadas. No era la primera vez que se ha visto a Rossi en esta obra, razón por la cual resulta imposible caer en las comparaciones. En esta oportunidad su enfoque global discurrió en una “elocuente quietud”, por cierto develando la expresión propia de una persona que está próxima a morir. Así, ya en el primer movimiento -esta vez con tempi más reposados- pudo percibirse (y descubrirse) un verdadero sentido de la “construcción de un contexto” en perfecto correlato y linealidad con los demás movimientos, elemento no usual debido a lo curiosamente contrastantes que son entre sí, y de los que usualmente se recurre a innecesarias exhibiciones pirotécnicas (básicamente en los movimientos extremos). En el movimiento central –sin duda, de lo más profundo que se ha compuesto en la historia de la música- Rossi dio una lección de completa serviciabilidad a la música y a las profundas motivaciones anímicas del compositor, sustrayéndose el solista consecuentemente a un celebrado “segundo lugar”, para que “la música hablara por sí misma…”. Un gran triunfo interpretativo y merecidamente premiado con atronadores aplausos de la masiva concurrencia.
En la última parte, se apreció otra contundente versión, esta vez con la Sinfonía Haffner, obra que se sitúa también en plena madurez compositiva y que constituye un punto de inflexión de las anteriores respecto a las que vendrían después. Izquierdo, verdadera autoridad en esta obra, demostró nuevas facetas de la misma, ya presenciada en otras ocasiones. En esta ocasión, con tempi más lentos, pudo apreciarse más calibradamente la “trama interna” plasmada por el compositor, auscultando certeramente los distintos elementos de carácter y forma. Especial recuerdo se tiene del cautivante enfoque en el andante del segundo movimiento, con la debida gracia en los pianissimo de los violines, admirablemente comandados por su autorizado concertino.
En suma, un auspicioso inicio de un ciclo, del que se espera todo lo mejor en sus proyecciones, respondiendo así a un justo sentido de la “oportunidad”.
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