martes, 8 de abril de 2014

IMPORTANTE INAUGURACIÓN DE TEMPORADA

Con un programa altamente esperado, el viernes 14 de marzo se dio inicio a la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Chile 2014, en el Teatro de la Universidad de Chile. Y no era para menos, debido a la primera presentación de la temporada programada bajo la responsabilidad del nuevo titular de la decana sinfónica nacional, el prestigioso maestro ruso Leonid Grin. Y sin duda, de acuerdo a lo anunciado, la actual programación reviste ser quizás de la más original de los últimos años, al consultar tanto una miscelánea de obras del repertorio estándar no habitualmente programadas, como otras completamente nuevas para el medio nacional. Adicionalmente, el alto nivel de artistas invitados y contactados por Grin, permite anhelar una alta expectativa global. El concierto en comento evidenció la autoridad de Grin respecto a su criterio programático, al disponer de una batería de obras disímiles entre sí, aunque perfectamente combinadas, corroborando una programación para “todos los gustos”. Con una cautivante versión de la Obertura de la Opereta “Caballería Ligera” de Franz von Suppé (1819-1895) se inició este contrastado programa. Mucho se agradece haber dispuesto de esta magnífica pieza, puesto que en décadas que no se recuerda haberla presenciado en Chile. Con un claro concepto unitario y de empático sentido, Grin realzó con sumo cuidado los diferentes caracteres de cada sección mediante una notable ilación de los mismos, amén de un refinado gusto general, plasmado en un hermoso sonido de la orquesta, con cuerdas tersas, maderas cálidas, y bronces debidamente alineados y de dúctil proyección. Posteriormente, en un radical giro estético, se ofreció el Concierto Nº 2 para Piano de Sergej Prokofiev (1891-1953), sin duda el más visceral (y bestial) concierto para piano de este compositor. Curioso (aunque muy acertado) haber tenido la posibilidad de presenciar esta magistral obra después de tres meses que la misma Sinfónica la hiciera junto a un entusiasta Alfredo Perl y un solvente Ariel Zuckermann, en la temporada de Corpartes realizada en el Teatro Municipal de Las Condes. Y la razón de esta feliz repetición radica en su esporádica periodicidad en el medio nacional, recordándose vivamente anteriores versiones de la misma, con Alfonso Montecino junto a Othmar Mága, en 1982, y luego Armands Abols y Rodolfo Fischer, en 2003. Para esta ocasión, se contó con el esperado debut en Chile del conocido pianista ruso-israelita Alexander Markovich. Con un autorizado y atractivo enfoque, Markovich enfrenta la primera sección con increíble soltura y claridad, mediante una visión perfectamente hilvanada, y servida con depurada técnica y debido sentido del todo, elementos que fueron la constante en todo el desarrollo de la obra. Magistral la exposición de la gran cadenza del primer movimiento, denotando claridad de digitación más un enfoque general curiosamente menos habitual, con una opción más asociada a lo analítico que a lo visceral, aunque en absoluto espíritu del desgarramiento inserto en toda la obra. Sin duda, Markovich demostró ser de los mejores pianistas que han debutado en Chile por muchos años, desbordando musicalidad y servicialidad hacia el arte, esperando poder contar nuevamente con su presencia prontamente (por ejemplo, en el Tercer Concierto para Piano de Rachmaninoff). Por su parte, el magistral trabajo de concertación realizado por Grin fue el más exquisito aliado para un triunfo artístico sin igual, obteniendo de los sinfónicos un rendimiento propio de una orquesta de primer rango, auscultando colores y timbres casi inexplorados. Increíble el rendimiento de conjunto y de solistas sin excepción. Con una esperada Quinta Sinfonía de P. I. Tchaikovsky (1840-1893) finalizó este primer concierto de temporada. Al respecto, mucho se esperaba ver a Leonid Grin en esta obra, debido a sus triunfos anteriores especialmente en repertorio ruso. Sin embargo, quizás las expectativas no necesariamente fueron del todo cumplidas, en cuanto a ciertos detalles de enfoque no completamente convincentes más un rendimiento de la orquesta que no coincidió con lo deslumbrante de la primera parte. Así, pudo apreciarse una versión profundamente asimilada en su integridad y enfatizada mucho en lo ruso, en cuanto a rotunda expresividad (recurrente en Tchaikovsky) y acertadas texturas que denotaron debida inspiración vernácula en muchos temas, elementos que son recurrentes en las autorizadas interpretaciones de Grin. Impactante el desarrollo inicial –tema base de la obra- con un cautivante y profundo sentido de la “interrogante del destino”, enfatizado en una marcada y poca habitual exposición (notable la cuerda general, en especial la fila de cellos), como un memorable andante cantabile servido con fuerte interioridad (habitual en Grin) y un vivaz enfoque del valse-allegreto moderato, de una muy personal visión. Empero, no se tiene concordancia con el excesivo ritenuto del final del primer movimiento, haciéndole perder simetría en las formas y, en consecuencia, un elemento no eficazmente resuelto, no obstante en sí mismo con cierta bondad expresiva, pero no necesariamente en correlato con todo el desarrollo previo. Por parte de la orquesta, hubo imprecisiones insalvables en unos arredrados corno y fagot solistas, evidenciando cierto cansancio para enfrentar sus difíciles (y estratégicas) partes, sin duda inmisericordes para dichos instrumentos (especialmente el corno, en el segundo movimiento). En otros solistas se observaron otros detalles menores, aunque no comprometiendo el resultado global. En suma, una sólida inauguración de temporada, con un programa de amplio beneplácito de gustos, con un solista de primerísimo nivel, un director de elocuente cátedra y una orquesta que hace gala de su importante trayectoria.

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