martes, 8 de abril de 2014
SÓLIDA “RESURRECCIÓN” DE MAHLER
Como parte del proyecto de ejecución de todas las sinfonías de Gustav Mahler por la Orquesta Filarmónica de Santiago, la presente temporada consultó su Segunda Sinfonía “Resurrección”.
La dirección musical del mismo se ha confiado al ex titular de la agrupación, el maestro israelí Rani Calderón, quien ya ha conducido las sinfonías 1, 3 y 4, con diversos grados de logros.
Cabe señalar que Calderón, de alguna forma, ha ido mostrando interesantes crecimientos artísticos a lo largo de su cronología interpretativa de las sinfonías mahlerianas, razón por la cual se torna atractivo seguir atentamente este orgánico bien concebido, principalmente por el lógico criterio de confiar a un sólo director este importante proyecto, a diferencia de lo que se dio con el Novenario de Beethoven para este año, con una errada asignación a más de un director y con un ilógico ordenamiento (partiendo al revés). En todo caso, este proyecto de hacer todas las sinfonías de Mahler no es nuevo, puesto que, en la época de Juan Pablo Izquierdo como titular de la Filarmónica en los 80, se planificó abordarlas íntegramente, aunque no lográndose concretar cabalmente bajo su dirección.
Los referentes en Chile de esta Segunda Mahleriana son potentes, pudiendo citar las dirigidas por Juan Pablo Izquierdo, Francisco Rettig, Roberto Abbado, Wolfgang Scheidt (algo controvertida, pero finalmente interesante y coherente), las dos dirigidas por David del Pino (1998 y 2006) y la última por Michal Nesterowicz.
Presenciada el día de su primera función (25 de marzo), se pudo apreciar a
Rani Calderón con absoluto conocimiento de la obra, disponiendo una batería de cuidados fraseos, acentos y gradaciones dinámicas, que se percibieron con agrado. No obstante una lectura de meticuloso análisis, con un acertado sentido del contraste plasmado en logradas fluctuaciones melódicas y armónicas -al punto que ameritó continua atención a su propuesta interpretativa-, quizás, producto de un extremo cuidado formal, a ratos no logró pleno arrebato expresivo, como en el gran desarrollo post intervención de la contralto (Urlicht), que en sí es un frenesí de desgarrado cometido.
Con un enfoque de completa coherencia global, los mayores logros se apreciaron en un idiomático y enérgico primer movimiento, pasando a un segundo con lograda amabilidad, continuando con un tercero interesantemente enfocado (muy analítico), y luego -con ligada transición al entrañable Urlicht (cuarto) - obteniéndose total coherencia del Sermón de San Antonio a los Peces a la Luz Prístina. Excelentemente abordados los desarrollos hacia las últimas secciones de la obra -con certeros climas atmosféricos-, servidos con inteligentes transiciones y desarrollos, concluyéndose con un final de emotivo impacto.
Sin embargo, el resultado de la orquesta no siempre tuvo homogeneidad de desempeño, percibiéndosela con cierto cansancio a lo largo de la extensa duración de la obra, aunque sí empeñosa en seguir las indicaciones del director.
Llamó la atención la poca cantidad de contrabajos (se contaron seis, y casi inaudibles) respecto al nutrido orgánico orquestal. El desempeño de los bronces, a diferencia de otras oportunidades, disparejo (especialmente las trompetas), y desajustes en buena parte de las maderas. No obstante, hubo buen resultado de las cuerdas en general (a pesar de ciertas crudezas en los cellos y violas), destacándose toda la fila de los violines, expertamente comandados por Hugo Arias, como concertino.
Magistral y convincente el desempeño del Coro Profesional del Teatro Municipal de Santiago, validándose nuevamente como una de las más calificadas agrupaciones vocales latinoamericanas. Y en cuanto a las intervenciones solísticas, se percibieron muy cuidados, aunque no deslumbrantes, los resultados de Evelyn Ramírez y Verónica Villarroel.
En suma, una atractiva versión de esta Resurrección de Mahler, augurándose sólida continuidad de Rani Calderón en las próximas jornadas de este ciclo mahleriano.
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