miércoles, 5 de agosto de 2015

DEBUT, ESTRENO Y ALGO MÁS…

El 12 concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de Chile contempló el debut en Chile del afamado director israelí Yoav Talmi. Junto a obras de repertorio tradicional, incluyó el estreno en Chile del Concierto Grosso N° 1 para 2 Violines, Clave, Piano Preparado y 21 Instrumentos de Cuerda de Alfred Schnittke, con Lorena y Marcelo González como solistas. Ha sido política de la decana sinfónica chilena desde varios años convocar a conocidos nombres de la escena musical, volviendo -felizmente- a una estelar tradición de contar con un sólido nivel internacional de artistas invitados en sus temporadas oficiales. A pesar de las no necesariamente ventajosas condiciones económicas que pudieran reportarles a tales artistas, empero existen otras bondades que factibilizan proyectos junto a la Sinfónica, como su probada tradición artística y el atractivo del repertorio que se suele abordar. Así, especialmente desde la llegada de Leonid Grin al titularato de la decana, se ha contado con relevantes figuras en el podio, como Thomas Sanderling, Roberto Paternostro, Matthias Bamert, Martin Sieghart y otros, junto a emergentes directores y solistas, más el mismo Grin, director de solvencia indiscutida. En este contexto, debuta en Chile Yoav Talmi, maestro de importante trayectoria internacional, para dos programas de la presente temporada. El primero de ellos, denominado “Con Rusia con Amor” y presenciado el día 17 de julio, comenzó con una interesante versión de la “Noche en el Monte Pelado”, de M. Mussorgsky, pieza de repertorio habitual de la Sinfónica, aunque en exceso recurrida… . Y justamente, al ser una obra muy tocada, el resultado no siempre fue el esperado por parte de la orquesta, conforme los excelentes requerimientos de la batuta en cuanto unidad y carácter (certeramente enfatizada en lo interno por sobre cualquier maquillado brillo exterior, develando, en definitiva, a un Mussorgsky esencial). No obstante algunos motes de afinación (vientos) y ensamble general, estos no afectaron mayormente el resultado global. Las obras sinfónicas de Alfred Schnittke poco a poco se están conociendo en Chile. De hecho, en la temporada pasada debutaron su notable Concierto para Viola y la lúdica “Moz-art a la Haydn…”, disponiéndose ahora del Concerto Grosso N° 1 para 2 Violines, Clave, Piano Preparado y 21 Instrumentos de Cuerda. De recurrida estética poliestilística, las obras de Schnittke gozan de cautivante aceptación, justamente al fusionar buena parte de la historia de la música, constituyendo mosaicos genialmente hilvanados. Con una profesional y comprometida entrega de los hermanos Lorena y Marcelo González, más un magnífico trabajo de concertación de la batuta, se justipreció el valor de una obra de innegables bondades armónicas y de original vuelo, confirmando la política de seguir incrementando la difusión de nuevos repertorios. Al menos, el pronunciamiento del público fue categórico en su validación. Por último, con una solvente versión de la Segunda Sinfonía “Pequeña Rusia” de P. I.Tchaikovsly finalizó este atractivo programa ruso (en realidad, el hecho de denominarlo “De Rusia …”, poco o nada tenía que ver con el carácter de las obras, dado que ninguna de ellas alude precisamente al superlativo estadio del “Amor”… , lo que amerita a futuro cuidar mejor los términos utilizados en las temáticas de promoción). A pesar de no integrar la famosa tríada de la Cuarta, Quinta y Sexta, la Pequeña Rusia, al igual que todas las demás sinfonías tchaikovskyanas, es una joya en todo sentido y ha sido varias veces programada durante los últimos 15 años, recordándose vivamente, junto a la Sinfónica, versiones dirigidas por Yeruham Scharovsky, Mika Eichenholz y Guillermo Scarabino. De vernácula inspiración, se desarrolla en base a tres temas folclóricos ucranianos, disponiendo de una batería de recursos armónicos y de orquestación que hacen cautivante su audición. Con un macizo primer acorde inicial más una magnífica exposición de la melodía inicial del corno (tema acerca del Volga), la versión de Talmi dio cuenta de una compactada y certera visión global, enfatizada en generosa eufonía más cuidados detalles rítmicos y de acentuación. Notable especialmente el segundo movimiento (exquisito logro en el tratamiento del timbal) y arrebatador el enfoque del último movimiento, con una progresión expresiva de fuerte mérito al equilibrar transparente vitalidad sin caer en innecesarias carreras que desdibujaran el discurso musical. La orquesta respondió de menos a más, generando beneplácito del respetable público.

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