miércoles, 15 de noviembre de 2017

“BATUTAS CHILENAS DE ELOCUENCIA”

• Importantes presentaciones ofrecieron los directores Francisco Rettig y Maximiano Valdés, recientemente en Santiago. De una misma generación y coincidiendo con algunos de los más relevantes maestros del siglo XX durante sus etapas formativas, los directores Francisco Rettig y Maximiano Valdés son parte de las más destacadas batutas chilenas en los últimos cincuenta años. La importante contribución de ambos a su propio país, más sus destacadas carreras internacionales, dan fe de solvencias artísticas de relevancia. Francisco Rettig, actual titular de la Filarmónica de Medellín (Colombia) y de la Orquesta Clásica del Maule (Chile), ofreció un concierto con esta última agrupación el día 23 de octubre pasado en el GAM, constituyendo el debut de dicha orquesta en Santiago. La Orquesta Clásica del Maule, agrupación de poco más de 30 integrantes y con menos de 10 años de existencia, ha sido dirigida desde su inicio por Francisco Rettig, con un trabajo que cosecha crecientemente importantes frutos de consolidación. Interesante fue apreciar a esta destacada agrupación después de 6 años, cuando se presenció, con el mismo Rettig en la batuta, una excelente producción de Tosca, en una gira al Teatro Municipal de Viña del Mar. Y si bien en aquella oportunidad la orquesta estuvo muy reforzada por el numeroso orgánico instrumental requerido, ahora pudo verse a la planta estable, y en consecuencia con mayor objetividad de perfil. Abrió la presentación en Santiago con una ajustadísima versión de la Obertura de “La Cenerentola”, de G. Rossini, Como buena pieza rossiniana, ésta demanda pasajes de extrema exposición, requiriendo de fuerte concentración para lograr las cautivantes transparencias y dinámicas características. Rettig y sus músicos mostraron excelencia idiomática y de ejecución. Del chileno Javier Farías (1973), compositor de interesante trayectoria internacional, se contempló su Concierto para 2 Guitarras. Estrenada en el 2011, esta obra posee interesantes tratamientos tímbricos para los solistas y orquesta, esta última con un amplio contingente instrumental. Con un cautivante inicio (secuencia incoada por un duo de 2 contrabajos, seguido de 3 cellos, posteriormente 3 violas y ampliado luego a toda la cuerda), crea una suerte de misterioso contexto atmosférico para las posteriores intervenciones solísticas, de carácter en general introvertido, cuyos desarrollos transitan anímicamente por diversos estados, amén de una curiosa amalgama estilística. Como solistas se contó al destacado duo de los guitarristas chilenos Luis Orlandini y Romilio Orellana, quienes entregaron una comprometida versión de la obra. Y el trabajo de concertación de Rettig, de completo oficio. Como obra final, la exigente Sinfonía N° 1 “Clásica”, de S. Prokofiev. Esta sinfonía -tributo al clasicismo musical, como modelo de tradición (y, porqué no, de “evolución”…)- es una muestra de fuertes exigencias para toda orquesta, requiriendo prístinas transparencias en texturas y debida limpidez de colores, amén de una fuerte concentración frente a una exigente variedad rítmica y dinámica. La versión de Rettig, de completa maestría, enfatiza en una absoluta organicidad estructural, de claridad discursiva apabullante –con verdadero sentido del todo-, y a su vez un acabado análisis de detalles que hacen de su lectura una experiencia única. La respuesta de los maulinos fue de excepción, validando todo un trabajo de seriedad y profesionalismo, esperando prontamente asiduas visitas a Santiago y Regiones, asimismo, la necesidad de contar con el Maestro Rettig como invitado más frecuente en las orquestas capitalinas… Maximiano Valdés, de relevante trayectoria internacional, ha tenido durante el presente año una serie de presentaciones en Chile, comenzando en mayo pasado con una solvente lectura de la Quinta Sinfonía de G. Mahler junto a la Filarmónica de Santiago, posteriormente, en agosto, una recordada presentación con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil en el CA 660 (dirigiendo una excelente versión de la Misa Romana, de Sylvia Soublette, más una versión de gran impacto de los Cuadros de una Exposición, de Mussorgsky/Ravel). Recientemente, Valdés regresó para dos programas junto a la Sinfónica de Chile, pudiendo presenciar sólo las segundas partes de cada uno, con la Sinfonía N° 3 de J. Brahms y la Sinfonía Fantástica de H. Berlioz. En el caso de la sinfonía brahmsiana, las expectativas eran altas, dadas sus complejas exigencias musicales y técnicas. Normalmente es el Talón de Aquiles para los directores y las orquestas, y en general las experiencias locales no han sido siempre auspiciosas cuando se la ha programado. Felizmente, la versión de Valdés hizo gala de autoridad y oficio, con un elocuente sentido del todo, amén de un respeto irrestricto a las indicaciones del compositor, dejando discurrir naturalmente toda la vena melódica inserta y en total apego a las marcaciones severamente establecidas por Brahms. Gran trabajo en dinámicas y matizaciones, amén de una adopción de tempi de notable equilibrio contrastante y en total servicio a una arrebatadora progresividad expresiva. La respuesta de los sinfónicos fue de completa adhesión a esta solvente versión, destacándose un excelente rendimiento de los bronces y especialmente la cuerda media y alta. Un triunfo artístico inapelable… Y la semana siguiente, con la Sinfónía Fantástica, era menester esperar un alto rendimiento, al presenciársele a Valdés sus dos presentaciones de 1991 y 2004 con la Filarmónica, ambas de gran recuerdo. Afortunadamente, esta obra ha gozado de buenas versiones localmente, no siendo la excepción en esta oportunidad. De gran afinidad con Berlioz, Valdés es escrupuloso en recalcar lo macro, servido a su vez por un acertado (y empático) criterio de disposición de acentos, dinámicas y transparencias en función del todo. Y la Sinfónica, atenta y motivada, brindó una respuesta de completa excelencia, constituyendo otro hito relevante a lo largo de la presente temporada. En suma, presentaciones de gran solidez por dos de las más notables batutas chilenas de las últimas décadas, demandándoseles cada vez mayor presencia local.

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