miércoles, 15 de noviembre de 2017

“GIANNI SCHICCHI” PARA TODOS

• Con fuerte demanda de público, la ópera Gianni Schicchi, de Giacomo Puccini, se presentó recientemente en el Teatro Municipal de Las Condes. Para el género de la ópera -la suma de todas las artes- los espacios alternativos a los coliseos-factoría tradicionales (con cuerpos artísticos y esceno-técnicos estables), inevitablemente están en función del interés social por consumir mayormente este escaso bien (de cultura), más la capacidad de los gestores culturales en ser eficaces para ofrecer un producto de acabada calidad. Actualmente se aprecia una creciente demanda de público por dicho género, asimismo existe una mejor dotación de artistas y soporte técnico para facilitar un buen desarrollo del rubro. Esto hoy se evidencia en la buena cantidad de cantantes, directores de escena, diseñadores y gestores culturales especializados, permitiendo ofrecer productos de calidad, y complementando la casi monopólica oferta de ópera, radicada tradicionalmente en el Teatro Municipal de Santiago. Con certera visión de acercamiento a un público transversal, Miryam Singer, destacada directora de escena, diseñadora teatral, vestuario e iluminación, y recordada ex cantante, llevó a cabo, por tercer año consecutivo en el Teatro Municipal de Las Condes, un nuevo título de ópera, esta vez con “Gianni Schicchi”, de G. Puccini. Sin duda, este título pucciniano constituyó una inteligente elección, por las bondades de un notable argumento más su perfecta correlación musical, amén de permitir una eficaz (y eficiente) puesta en escena, al no disponer necesariamente de complejos requerimientos escénicos ni tampoco gran masa coral (sólo 15 solistas), aunque sí una orquesta grande. En consecuencia, para adaptarse a las condiciones del Teatro Municipal de Las Condes -de interesantes dimensiones de escenario, pero limitado foso orquestal-, se recurrió a una excelente reducción hecha por Héctor Panizza (25 músicos), de total idiomatismo y clave para poder factibilizar debida adaptación a cualquier tipo de espacio. Si bien el argumento es muy preciso en cuanto a la época, más ciertos elementos propios a dicha realidad (la acción transcurre en Florencia, en 1299), sin embargo hay singularidades de perenne actualidad y propias de la condición humana, como la farsa, la codicia, la mentira, la burla y la autojustificación, elementos que permiten un enfoque de arriesgada atemporalidad, como fue en esta oportunidad. Situada en pleno siglo XXI, más una grotesca caricaturización de los personajes (más siniestros), la puesta avanza sin tropiezos y en perfecto arreglo al farsesco cuadro. Excelente ambientación escenográfica (eficiente ocupación del espacio, magnífica disposición de elementos corpóreos y cuidados detalles en decorados y proyección de imágenes multimedia, especialmente hacia el final, en el instante en que la parentela del finado arranca), como un empático diseño de vestuario para cada personaje. En lo musical (función del 28 de agosto) se contó con una magnifica dirección de Eduardo Browne, quien auscultó con elocuencia la trama interna de la obra, amén de un autorizado trabajo con el excelente ensemble de músicos convocados y voces. Del elenco, loas sin excepción, dándose total compactación de resultado, propio de una compañía con años de trabajo conjunto, lo que habla magníficamente del actual estado de las voces en Chile. En especial debe destacarse a Javier Weibel como Gianni Schicchi, de pareja línea de canto, y en total sintonía y naturalidad al complejo requerimiento del rol. Lo mismo Carla Paz Andrade, como Lauretta, de aterciopelada voz, estupendamente proyectada más una encantadora presencia. Pedro Espinoza, como Rinuccio, quien nuevamente confirmó su sólida formación y sus privilegiadas condiciones de tenor lírico en leve camino hacia lo spinto. Notable el desempeño de Angélica Cárdenas, como Zita, de excelente material vocal y deslumbrante actuación. Y de excelentes cometidos Cristián Reyes, como Simone, Sebastián Gutiérrez, como Gherardino, y Yeanethe Münzenmayer, como Nella. En suma, un nuevo triunfo de la ópera en espacios no tradicionales, permitiendo un creciente acercamiento del público al género, mediante una puesta en escena de inteligente adaptabilidad y con magistral logro artístico.

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